Ensayo Fotográfico: Labor del periodista en la película La ciudad de Dios

El periodismo es carente, es un largo y tortuoso camino de aprendizaje; es la mala conciencia de la sociedad, del dominio o autoridad y de uno mismo; los dioses pueden prescindir de ella. El periodismo es una carrera que tiene que jugarse la vida para poder hacer evidencias como fotos que puedan ver el lector para que critique lo que está bien o mal.

Si uno se considera, a más de creador, infinito, inmutable, incomparable, inigualable y perfecto; inescrutable, insondable, omnipotente, todopoderoso, omnisciente, omnipresente; el único digno de devoción; soberano, supremo, incorruptible, seguramente no puede ser un buen periodista.

Se trataba de una de las más impactantes revelaciones sobre abusos infantiles sistemáticos en el seno de la Iglesia Católica. Más de una década después, En primera plana, una de las películas que más genuinamente aspiran al Oscar, reconstruye la historia del equipo periodístico del Globe que llevaba a cabo estas investigaciones especiales y que recibía el nombre de Spotlight (título del film en el original). Dirigida por Tom McCarthy y con actuaciones de Michael Keaton como el director de Spotlight y Mark Ruffalo y Rachel McAdams como sus principales espadas periodísticas, En primera plana pone el acento en los mecanismos de la investigación y la trama de las complicidades más allá del seguimiento de casos personales.

La vida en los suburbios en las grandes ciudades latinoamericanas se ha ido deteriorando progresivamente. En el caso concreto de la película se nos muestra la evolución de una urbanización construida en los años sesenta con el propósito de albergar familias sin vivienda, y que en poco tiempo acabó convertida en una ciudad marginal regida por sus propias leyes e impenetrable para quienes no viven allí. Se trata de barrios para gente pobre, en muchas ocasiones expulsados de las zonas rurales por falta de oportunidades. Una vez en la ciudad su vida cotidiana se irá degradando, sin políticas públicas y sin empleo. De hecho, los jóvenes crecen sin una socialización en el trabajo.

Progresivamente la delincuencia irá tomando mayor peso en la articulación social de la comunidad. La violencia arrastra a los habitantes de la favela como única garantía de éxito y/o de supervivencia. La misma evolución de las formas en las que se desenvuelve la delincuencia resulta significativa: de las situaciones casi románticas de los primeros ladrones de las favelas en los años sesenta, justo cuando nace el asentamiento de Ciudad de Dios, con unos delincuentes cargados aún de inocencia, hasta el progresivo incremento de la violencia, el uso de las armas de fuego y la expansión del narcotráfico en los años setenta, para llegar a una situación de caos total al final de la década siguiente. Un momento central en esta evolución es el momento en el que Ze Pequeño decide que lo que hay que hacer es dejar de robar y dedicarse a traficar con droga. Desde ese momento todo adquiere unas dimensiones desproporcionadas y la economía de la droga adquiere un protagonismo fundamental en la vida de los suburbios urbanos.